ALMA
VERDE Y MANGO MADURO
“Hay
vino tinto y una cesta repleta de crucigramas, una pluma de fuego, un
mantel de cuadritos y orillas suaves. Hay arrullos de río y pájaros,
vuelo de manos y de besos y un paisaje que mira tendido sobre aromas
de musgo. En esta placidez el alma jamás olvidará a qué sabe la
carne, ni cómo se escribe golosina, ni cómo se pronuncia absurdo,
ni como, con los ojos húmedos y entrecerrados, se divisa un falo
desde el monte de Venus.
“Hay
días asomados por la voz y por la enagua, hay limbos y espacios
enajenados; hay silencios entre la punta del lápiz y el papel,
hay besos archivados entre los labios y discreta locura entre la idea
que palpita dentro de otra idea. Lo concéntrico y lo tangente
habilitan entes y les insuflan independencia, a la vez que los atan
con preñeces inesperadas.
“Cómo
parar esas voces. Cómo dejar de beber si el vino se vacía sin que
medie la copa. La boca escancia a pico de botella y sueña duendes
que hacen triquis en
el mantel de cuadritos; mantel que se sabe manta cuando el paisaje,
el río y los pájaros, gimen espasmos mientras una hembra muere por
cada gimo suyo. Estos cabellos, antes bridas, atan el tiempo en mis
manos, como atados están todos los folios que he escrito entre las
dos columnas. ¡Ah, pero la vida no va más por esos lados!”
He
mirado y escuchado por la ventana siempre abierta, aquí, en mi
pecho. Una mujer antigua susurró el anterior monólogo que
transcribí tan pronto como fue pronunciado. Ella, creo, debe
ser alma en pena, o demonio, o vientre que no quiere, le canten tan
pronto los responsos. La siento aliento mío, carne
de mi carne,
su voz tiene mi acento y en su rostro vi tatuados mis desvelos. Es
muro y sombra chinesca y, con el tinte de sus ojeras, mojé la pluma
que ella misma ofreció para que me afanara en escribir su relato;
esa mujer se miraba en un sol tal cual como lo hago yo. Hoy me
pregunto ¿Dónde estará el mantel que la cubría cuando la noche la
guindaba? ¿Dónde la jarrada de ilusiones vaciada cada vez que
retozaba con el demonio? Está desnuda. Estuvo rebozada con su
propia voz pero el silencio de las sombras, le arrancó esa manta y
la exilió.
Llevaré
por el mundo su mensaje, tal vez encuentre a quién calzarle la
zapatilla que hallé al lado del panfleto que encontré al salir de
casa; le haré tragar la manzana de marras tantas veces como las que,
soñar despierta, ha envenenado mi alma. No sé que habrá ocurrido,
si magia blanca o negra, lo cierto es que, lo que escuché, era, con
pelos y señales, lo que estaba escrito en ese panfleto.
En
la esquina de la casa, el árbol de mangos murmuraba deseos de ser
talado… Ah, mango criollo, tan pequeño, tan delicioso y dulce,
último deseo de un alma verde que se fue por el camino verde y que,
desapareció cuando quebré la punta del lápiz sobre el papel
rústico de ese panfleto.
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ResponderEliminarCarlos muchas gracias por tu atención con este texto mío. Me hace muy feliz escucharlo en tu voz.
Fuerte abrazo,
Ana Lucía
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Muchas gracias Ana Lucia
ResponderEliminarun beso.
Carlos