ARTUME
Intuir
su presencia en una esquina,
percibir la cadencia de su
paso,
caminar a su lado sin sorpresa,
reanudar conversaciones
inconclusas
y despedirse luego en un semáforo
o junto al cauce
virgen de un torrente
o en el andén de una estación sin
nadie.
Escuchar, sin comprender, su vuelo leve,
acostumbrarse
al blues de sus pisadas,
someterse al dictado de su
verbo,
aclimatarse al frío de su risa.
Una noche
vendrá; lo ha prometido.
No sé si a liberarme de este yugo
o
a imponerme otro yugo diferente,
pero ¿acaso importan ya las
condiciones?
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