En lo profundo
(Descarnadas mis manos hasta los huesos
de golpear contra la loza que te guarda,
no las veo tan heridas ni sangrantes
como lo está mi alma)
de golpear contra la loza que te guarda,
no las veo tan heridas ni sangrantes
como lo está mi alma)
He de tomar del aire una semilla
que escapa a la visión de ojos humanos
y en oración, hincado de rodillas,
cavando un surco perderé las manos.
Regada ella será, día tras día,
por una nube que oculté a su paso,
y desde entonces la guardo todavía
para el cultivo de una flor de acaso.
Tendrá por sol, un rayo que he arrancado,
por si hay un retoñar en lozanía,
y junto a él, esmera mi cuidado,
por una boca que en pétalos sonría.
Soñaré en el silencio de una abeja
que tomó una semilla vuelta en galas,
o el tornasol de un colibrí que aleja
picos de polen en columpios de alas.
Esperaré sentir el tibio encanto
de la semilla, que apreté en mis manos,
sino, lo que guardé, no valió tanto,
y todos mis intentos fueron vanos.
Vano fue el surco en oración hincado,
vano el rayo de sol, vana la nube,
vana la angustia de lo que he buscado
de una semilla que jamás la tuve.
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