Como cualquier lugar donde uno escupe
Seguirán tan contentas las señoras saliendo de la misa.
Mientras tanto cada quien en lo suyo:
la pinta de graffiti, la venta de cariño,
la patrulla punzándonos los ojos con sus faros,
una cauda viril de bisbiseos al paso de mujeres
y la ruta de escape en la botella o lo que haya a la mano,
ya que Dios —como dicen— proveerá.
Así que como siempre habrá de todo,
paredes que soportan el peso del olvido
bajo un cielo cautivo de cables y alumbrado,
colillas que no dejan de inmolarse al contacto del sol y del concreto,
papeles y envolturas que vuelan con el soplo de los coches
como si fueran libres…
Puede que alguien sonría de repente si llega a ver la luna sobre un charco
pero no dejará de tropezarse con las grietas y baches del progreso
en este viejo asfalto de la historia.
Seguirá habiendo muros coronados de vidrios,
protectores en todas las ventanas, candado en las cocheras,
en algunas esquinas burladeros
quizá contra las horas en que no pasa nada más que el tránsito,
dejándonos tan solo moretones en el aire
y polvo en las pestañas.
Y tú, borracho fiel
que en la plaza maldice a todo el mundo,
te habrás vuelto profeta en esta tierra.
Notarás que me fui
o pasará mi ausencia inadvertida
y mi voz,
en la bulla del tiempo en los oídos,
habrá valido igual que mi silencio.
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