EL 15 – M
de la Puerta del Sol, de Madrid
Ya son miles de años los que, casi sin fuerzas,
sin cultura, sin medios, sin ayuda y sin voz,
la humanidad, sumida en su propia miseria,
ha sufrido y llorado y se ha tragado el dolor.
Y, entretanto, unos pocos, abusando, egoístas,
han ido acumulando riquezas y poder,
ejecutando gentes y aprovechando ideas,
sin darles a los otros ocasión para ser,
y despreciando vidas y penas y tristezas
y miseria y sollozos y pobreza y sudor,
y enviando a los hombres a morir a las guerras,
mirando hacia otra parte, sin fe y sin corazón.
Pero, ¿quiénes han sido, a lo largo del tiempo,
ese grupo de hienas sin alma y sin piedad
que han ido succionando la sangre de los pueblos
y haciendo de la suya la suprema verdad?
Empezaron los reyes, los dueños absolutos,
sentados en sus tronos por la gracia de Dios;
les siguieron los nobles, ansiosos de tributos,
pernadas y batallas para aumentar su honor;
luego, los generales, incultos y obsoletos,
con cuatro ideas fijas y enemigo exterior;
votados por las gentes, siguieron los congresos,
prometiendo mil cosas, no cumpliendo jamás
pues, siendo del votante los justos mensajeros,
el mensaje olvidaron apenas al llegar
y, lejos de la gente, sin oír sus lamentos,
se creyeron que el voto no se ha de meritar
y gastaron su tiempo y el oro de sus pueblos
luchando como buitres por volver ganar;
y, por fin, camuflados, leoninos, los banqueros,
capaces del suicidio con tal de tener más.
Y ahora, ya llegado el tiempo de los otros,
del pueblo, los que siempre sufrieron sin razón,
descubren que son muchos y piden, ya no el oro,
sino sólo justicia, decencia y pundonor.
Y, ejerciendo sus derechos, sin violencia ni haberes,
y cargados de estudios y llenos de razón,
descabalan la trama, y les ponen deberes
a los que no supieron cumplir su obligación.
Y, a los bancos, causantes del mundial cataclismo,
del dolor de millones y el inmenso apagón,
los señalan, los marcan, los desprecian, los atan,
para que nunca salgan de su oscuro rincón.
La Humanidad respira, por fin, un viento fresco
y se siente con fuerzas para recuperar
lo que le arrebataron y es suyo por derecho:
todo el tiempo perdido, ¡casi una eternidad!
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