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miércoles, 17 de octubre de 2012

ROBERTO RASCHELLA - ARGENTINA

Poema de la familia

La calle, Arbol de filos. Negro paraguas.
Gravitado por la madre parca
Y un silencio de suicidas y de velos,
El escalpor cerrado, el hondo tifo,
jamás voces ni esmeralda.
El perro y el aire mueren – la baba de piedad alumbra
El patio – y cimbran por las aguas compadecedoras,
en los cálatros.
La pala desciende. Estoy partido.
Escapo al manto materno, al ojo maligno
Del ocaso, al repentino cruce de los hierros:
enero me revela, enero me enferma.
Pero es siempre paredro lo fatal.
He pasado. No se hincan por mí.
Junto a la hendija cenicienta, y aquel caballo
Saltando sobre el techo, me transpasan,
me hacen miedo. El sol calca las espaldas suspendidas
en restos de piedras, de espejismos, de narradas
palomas azulejas : ninguna forma de amor.
Pacen mordiendo medidas de sueño y vicio
los muchachos agudos, los rostros pascuales,
las sombras tempranas. Llevan espinas, llevan
dientes de cordero. Embestidos, entran y navegan:
la ciudad es una espuma de muerte, una terrenal sandalia
que los potentes míseros enciman a la lengua
parda de las capillas. (...)

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