El
Tango, poesía y música popular del ser argentino
(Salta, 10 de
octubre de 2013, Argentina)
El
Tango nació, creció y se proyectó -con el tiempo- como una manera
de sentir y descubrir los avatares de la existencia. Fue testimonio y
sentimientos del hombre del Río de la Plata.
Tangere,
Fandango, Tambó, tangó; son algunas de las
acepciones de donde sostienen estudiosos e investigadores deriva la
palabra tango.
Podemos
decir que el tango como expresión de sentimientos profundos y
artísticos, es también producto de un anhelo colectivo. Es
evocación permanente, tiempo que se vuelve sí mismo. Entonces las
formas de vivir y morir de los hombres y mujeres urbanos, siguen
siendo una fuente inacabable y popular que alimenta una dialéctica
poética que configura las tramas del ser argentino.
En
sus orígenes fue, quizás, el mundo convulsionado que arrastraba
actitudes y vestigios del romanticismo, los que iniciaron las
primeras composiciones musicales. A ello se sumaron el nacimiento de
barrios y villas, el floreciente comercio y la industria que se
desarrollaba ante el devenir de una nueva forma de sentir, vivir y
cantar.
El
arribo de los emigrantes italianos, la transformación del campo y el
olvido de la figura del gaucho como eje central de argentinidad,
fueron algunos factores sociales que iniciaron un nuevo signo de
expresión en el Río de la Plata.
Después
del 20 el tango -como música y canción- sale de los prostíbulos y
cabarets, ya tiene una aceptación popular. Se lo reconoce y
asciende progresivamente. Primero se lo baila junto a un organillero
que comparte su música con la gente que pasa junto a su función
callejera. Luego vienen las noches del arrabal en distintos bailes en
casas de los barrios porteños. Hasta que al fin llega a los salones
elegantes y cafés como Los inmortales, de
Buenos Aires y la Guirnalda de Uruguay.
El
poeta salteño Carlos Hugo Aparicio me decía en una charla
entusiasta que “el tango es poesía y baile
sensual, donde están presentes las vivencias más profundas del ser
humano”.
Poesía
hasta el alma, sentida hasta los huesos de la memoria, esa fue la
poesía que nos legaron creadores como: Pascual Contursi, Celedonio
Flores, Cátulo Castillo, Homero Manzi y Enrique Santos Discépolo,
entre otros
Poetas
del tango que, injustamente, en la mayoría de los casos, nunca
fueron incluidos en antologías de valor poético. Es decir que los
grandes “antólogos” de la historia de la literatura argentina,
siempre consideraron a las “letras” del tango, sólo canciones
populares que no cumplen el requisito de la poesía universal…
Lunfareo,
en un feca de atorrantes
Otro
aspecto del tango es el lunfardo… dialecto, jerga, metalenguaje,
vocabulario marginal, o glosario de la picardía argentina.
Uno
de los orígenes del lunfardo está ligado a “la
jerga del hampa y la delincuencia y está formado lingüísticamente
por términos dialectales provenientes del gitano, el argot francés
y el inglés relativo al deporte”, como
afirma Meri Franco-leo, en su libro Motivos
del tango.
Fue
importante -como en el tango- el lunfardo ganó su lugar con los
costumbristas y favorecieron a la difusión y al uso del léxico que
ahondó en la forma de hablar de los argentinos. Con el paso del
tiempo fue mutando e incorporando nuevos vocablos sin desparecer.
Aún hoy, en este nuevo milenio.
El
lunfardo también ingresó al cine con las películas a partir del
año 1933, con “Tango”, dirigida por Luis Moglia Barth. También
estuvo y fue usado en las crónicas periodísticas de las radios,
diarios y revistas de la época.
Con
la llegada de la televisión se incorporó este lenguaje popular en
programas de cómicos famosos. El extraño fenómeno del lunfardo es
aceptado por el porteño que lo incorpora a su habla coloquial, con
cierto humor y como una burla a la situación social. Y en la
actualidad el lunfardo también está presente en algunas canciones
de los rockeros y hasta en la cumbia villera, en donde encontró
mejor aceptación.
El
tango generó un lugar de encuentros y desencuentros y como
celebrará Jorge Luis Borges un lugar de
“guapos legendarios”.
Ahora
mientras duerme la ciudad y se parece en el cielo una bocanada de
estrellas, un hombre fuma -parsimoniosamente- su cigarrillo y su
mirada se confunde con la noche, adonde todavía se oyen los tacos
altos de una mujer que se aleja…Entonces un piano, un bandoneón y
una guitarra lo convocan a una fiesta mágica, donde la voz del
cantante se vuelve tango y las luces se opacan sobre este patio viejo
y solitario de la morocha de Flores.