Para
escribir poesía o recibirla
hay
que
desarmar
la
mirada de lo visto
velarla
y desvelarla
hasta
que el dolor se amanse
y
acariciar
el
pequeño infinito de un garabato fuccia dibujado en el aire
racimos
de flores
vertidos
por
la jarra del cielo o de la noche
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