Pequeños pies
caminan el sendero de tierra
húmeda
que circunda al platanal
cae la tarde
los
pájaros se retiran
a las copas de los árboles
y el murmullo
del río acaricia
la yerba mojada
el misterio respira en
los cañaverales,
justo ahí, en el recodo, donde plantas
de
tuna y duraznos, anuncian el principio
de la sombra, los mitos
y
leyendas erizan la piel
los inocentes ojos
buscan un pedazo
de cielo,
entre gigantes hojas trenzadas como techo, verdoso
y
siniestro
y racimos de bananos cuelgan obtusos,
pasos
detenidos, el temor los hace rápidos,
miradas hacia atrás
constantes,
y sentirse perseguida
y el terror mueve los
pasos
es noche, el viento viene de lejos,
una piedra rompe
el silencio
y rápido es veloz
y el corazón late,
misterioso,
como el duende lanza piedras
y la niña que
deambula sola, huye,
corre a casa con el sabor de vivir
la
mejor de las hazañas
una voz familiar, interrumpe
el
mágico momento
-a lavarse las manos, la cena está servida-
y
la noche bordea la estancia
en el bosque, plagado de
leyendas
los duendes bailan.
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