Desde
el anverso del pensamiento
las
palabras fluyen
como
una cascada de vino
que
no cesa de embriagar la mirada
que
desciende constantemente
desde
la cima de una montaña
que
lleva cierto nombre
y
nos mira con unos ojos
tan
profundos como imperceptibles.
En
algún rincón del deseo
anhelo
habitar en ese místico lugar
pero
esa cumbre es pequeña para mi vivir
es
por eso que la guardo en un comarca de mi alma
para
visitarla cuando mi soledad
quiera
sentir la llovizna sacudida por el viento
perfumando
mi rostro con un beso sagrado
que
por siempre dejará su marca.
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