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viernes, 15 de marzo de 2013

FERNANDO SORRENTINO - Argentina


                                                          La música favorita

Hace unos días salí de casa y doblé por Olazábal. Cami­né unas pocas cuadras y, an­tes de llegar a Cuba, vi a una viejecita de cara simpática y alegre. De pronto, cayó de su bolso un sobre. La viejecita no se dio cuenta. Yo corrí, tomé el sobre con disimulo y comprobé que contenía un buen toco de plata.
Fui a casa y escondí el di­nero dentro del libro de ma­temática. Pensé que con esa plata podría comprarme unos cuantos discos de mi música favorita, la más bár­bara del mundo, y, mientras pensaba en eso, puse mi equipo de audio a todo volu­men, para aclarar mis ideas.
Al día siguiente, me di cuenta de que no había pro­cedido bien: en lugar de los discos, decidí hacer un sacrificio y comprarle a mi mamá una picadora de carne o un cuchillo eléctrico.
Me dirigí entonces a la ave­nida Cabildo, para hacer las averiguaciones del precio de la picadora y del cuchillo. Fui por Mendoza, pero volví por Olazábal, y allí estaba todavía la viejecita. Camina­ba desde Arcos hasta Cuba y desde Cuba hasta Arcos, con la vista fija en las baldosas, como si buscara vaya uno a saber qué.
Oí que el portero de una casa de departamentos le de­cía a una señora:
Es que perdió el sobre con la jubilación. Pasó toda la noche buscándolo.
Yo entonces salí volando para casa y busqué la plata que había escondido en el libro de matemática. Tiré el sobre a la basura y me guar­dé los billetes en el bolsillo del pantalón. Y corrí, corrí, corrí como una bala hasta la ave­nida Cabildo, donde me com­pré los discos de la música más bárbara del mundo.

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