Vestígios
de las águas. Troncos muertos, sílice
en las páginas
impresas. El rostro, un rostro
que se sabe perdido.
Las leyes del mundo
serenamente puestas
en el paisaje. La negrura de la noche
dentro de un cubo de
azúcar en el interior del tiempo.
En la taza de té
bebida
ofrecida al pie de la montana.
A nuestra frente, la
casa
y una higuera muerta.
Ojos semicerrados
por el ardor del aire
- un cuerpo que somete
pasos parajes sedes
. Que en todo se define
nuestra pura
voluntad. No de
apenas zonas,
peñazcos o arenas. Las aves
que no veremos nunca.
in
“Cantos
do deserto”
(Trad.
Susana Giraudo)
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