FRENTE
AL PORTÓN
Dos
columnas gruesas de material blanqueado.
En
una de ellas una chapa negra de hierro con ciertos adornos en su
estructura luciendo un nombre en un relieve bastante importante,
“EL
CORTIJO”.
Ese
portón de hermoso hierro forjado estaba cerrado, el silencio en el
jardín era total, nadie correteando entre el follaje que fuera
despejado
para
que sus cuerpitos no se dañaran con espinas o ramas secas, el césped
cortado, apenas húmedo, con la fragancia típica de las especies que
lucían lozanas en los canteros, sobre todo un macizo de menta que la
abuela cuidaba con esmero.
En
la parte trasera siempre ubicada una mesa blanca con sus sillones del
mismo
color, esperando a que llegaran los nietos.
Las
ventanas abiertas, música, la canasta de dulces en los escondites de
siempre, en la cocina los alimentos casi listos solo faltaba ese
toque que
le
daban cuando ellos se bajaban del coche alborozados.
Calculaban
la hora del arribo, miraban hacia la colina para divisar el auto y
entonces
en cuanto la trompa del coche se veía, ese bello portón se abría.
En
ese preciso lugar los niños bajaban y corrían al encuentro de los
abuelos
y
la tía.
Se
sumergían en un mar de abrazos y de besos como si hiciera una vida
que no se veían.
Entonces
el silencio se escurría avergonzado ante tanta alegría.
En
el interior las habitaciones listas, los jarrones con las flores
cortadas temprano, las sábanas perfumadas con lavanda y el sol
entrando por las ventanas acompañando con su tibieza la algarabía.
Descubrían
rápidamente los cambios que se hubieran hecho, pero lo principal era
ya…salir a jugar y buscar los primeros nidos .
Si
bien tenían tareas para la hora de la tarde, cada uno con su cesto.
Juntar
ciruelas, zapallitos redondos y sobre todo lechuga para acompañar
el asado que al atardecer haría el abuelo.
Desde
el jardín veían las parcelas sembradas al otro lado de la calle,
esas colinas tan maravillosas de Sierra de los Padres.
Era
un lujo sentarse a mirar, un poco antes de enero, como las espigas
de
trigo ya casi listas para el corte se mecían con la brisa.
Era
un mar de oro y a lo lejos los pinos de La laguna.
Una
visión para escribir o pintar, que eso hacía la tía.
Repartían
las tareas, al otro día había que tener todo listo para ir al mar.
El
festín era completo.
Las
risas, los llamados, los juegos…el balde ..la pala..el toallón….
TODOS….
ESTABAN TODOS……
Se
aferró al portón..ahora cerrado…miró el jardín con desconsuelo.
ya no estaba la mata de menta….
Pegó
la frente contra los hierros…y lloró….
Dios..cómo
se pasa el tiempo..
…………..2014
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