RECUERDOS
DE MADRUGADA
Recuerdos
de madrugadas, de crujiente pan tostado
untados
con suaves besos con sabor a café amargo,
me
ponen sal en los ojos, la boca, me van secando,
y,
en remolinos, me envuelven, cual hojarasca de marzo.
Porque,
era otoño ese tiempo, el tiempo de nuestros pasos,
cuando
sedientos del otro, nos bebíamos los labios,
mistelas
de pura cepa, embriagando hasta enredarnos,
mientras
tu pelo llovía, inundándome los brazos.
Aun
puedo aspirar aromas de jazmines y de sándalo,
de
violetas encendidas, de lavandas y de nardo,
y
de ámbar, todo pasión, que al consumirse, despacio,
nos
encendía los cuerpos entre humaredas de abrazos.
Impredecibles,
logramos, muchas maneras de amarnos;
alejados
de tapujos, hurgando en el desenfado,
servimos
sobre la mesa el mejor de nuestros platos,
el
canela de los roces, el zumo de los pecados.
Hay
rincones en la casa que a mis pasos he cerrado
para
guardar los sabores, los aromas, de esos años,
que
se han quedado en la piel de los tiempos, esperando
una
nueva madrugada, pan crujiente y café amargo.
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